«El esfuerzo vale la pena»

Por Nadia Sotelo

Ya siete años desde que ingresé a la universidad, un mundo desconocido al que pensé que nunca podría ingresar. Mi destino estaba escrito: sería maestra, en realidad era la única profesión que conocía porque era la que veía todos los días en la escuela y por eso quería hacer eso, porque no conocía otra cosa y no quería ser comerciante como mi padre, porque no me gustaba nada de eso. Siempre supe que mi gran amor era la música porque escucharla y cantarla me da vitalidad, pero nunca me creí capaz de ingresar al conservatorio, porque no tenía plata para pagar estudios musicales, pero siempre está en mi vida, otra cosa que adoro es escribir: desde poesías, crónicas, historietas, canciones: todavía tengo el cassette que grabé con temas compuestos por mí a los 8 años, cuando hacía de cuenta que era la conductora de un programa infantil de circo, también era la estrella central y cuentos desde muy pequeña a los 5, cuando aprendí a leer y a escribir. Mi madre siempre me leía aunque a ella no le gustara. Me dijo que uno tiene que conocer toda la cultura que se pueda y de eso me nutrí. La radio es mi gran amiga, mis cassettes, mis discos, la televisión: el espíritu de mi visión. Siempre miré y escuché lo que quise, mis gustos se diferencian a los de mi familia.

Siendo fóbica a los perros pasé mucho tiempo en casa y ahí inventaba de todo: programas radiales, publicidades con música, entre otras cosas. Pero a eso de los 10 años me atrapaba cada día más salir de viaje, conocer gente que me contara su historia de vida. Iba a la escuela y observaba lo que las personas hacían en el recreo, todo era señal para escribir. Todas las personas que conocía en mis viajes se alegraban de hablar conmigo, me decían «gracias por escucharme, por interesarte en mí» y yo los recuerdo con mucho amor, sus caras y sus nombres. Hoy en la parada del 101 una señora mayor me preguntó sobre la dirección de una parada y empezamos a hablar, tenía un bastón y me contó que una vez había sido linda y que ahora era vieja y sin dientes y eso me mató. Yo le decía que era linda, que su profesión de enfermera era algo hermoso, que el estar al servicio de la gente era lo más lindo que uno podía tener, no lo físico y de repente saca una foto en blanco y negro que era de su juventud, la verdad que quedé impactada porque era bellísima, pude deducir que su dolor interno se debía a que ya no era esa que fue, que el pasado se había ido. Pero me encontraba con una persona sobreviviente a un ACV que hablaba como nadie y que aún con su dificultad al caminar seguía ejerciendo su trabajo como enfermera, esa belleza que solo existe en algunos, entonces era la mujer más linda del mundo. Ya no sería esa joven de 24 años que llegaba del interior a Capital Federal y que contrataron como modelo de zapatos en una zapatería, pero conservaba esa belleza de persona, de modelar con el alma, de ayudar. No sé si la volveré a ver alguna vez más, pero me alegró la mañana. Porque es tan lindo escuchar a la gente, conocer distintas experiencias de vida, aprender del otro.  El mundo es tan antipático, tan asocial, siendo supuestamente social que solo poner mis oídos y mirar a esa persona me alegra la vida.

Cuando conozco gente arranco la charla desde dos ejes: a través de la música o queriendo conocer a esa persona. La pileta es uno de mis lugares favoritos para hablar, la gente se suelta y empieza el diálogo. Hace dos años tuve la suerte de encontrar a cuatro viejitos que tenían una polenta, unas historias de vida; no me quería despegar de ellos. Los escuché y disfruté de su compañía y llegó el día de despedirnos y siempre se realiza una cena show con un gran cantante que invita a cantar a los vacacionantes, yo fui una de esas que se subió a cantar al escenario y ellos me dijeron «no sabíamos de tu otra vocación, sos un ángel que canta» y les agradecí.

Cuando empecé la secundaria me surgió la duda de si lo mío era la docencia. En realidad estaba claro que no lo era, por más que me gustara estudiar no podía concebir mi vida haciendo eso. Entonces a eso de los 14 años cambié lo que sería mi destino, perdí el miedo y les confesé a mis padres que no quería ser maestra de escuela y aunque ahora estoy estudiando un profesorado, lo hago sobre lo que verdaderamente me gusta: que es la Comunicación. Ya mi pobre madre no me aguantaba más, todo el día hablando de cantantes, de programas de espectáculos, de noticias internacionales. Le dije que iba a ser la nueva Rial, me respondió que si lo quería hacer lo hiciera, pero que ella no me iba a mirar en televisión, porque esos programas la enervaban, como los talk shows: es mi sueño ser conductora de uno en Miami y molesté tanto en mi casa que ahora mi madre los ve.

Empiezo el año 2010: último año de secundaria, viaje de egresados, últimos recreos, última vez que vería a mis profesores y a mis compañeros, último año en que no usaría colectivo y en el que me acompañaría mamá, últimas llamadas en que le avisaba que me viniera a buscar antes, porque nos dejaban salir debido a la ausencia de un docente, último año siendo virgen de los finales, algo que conozco ahora un montón y siempre adeudo alguno. Le tenía que indicar a mis padres que carrera quería seguir, estaba entre dos: Letras o Comunicación, en realidad los últimos dos años antes de la decisión, había optado por Letras, porque me gustaba escribir, pero internamente me gustaba Comunicación, ya que era más viable a los objetivos que quería cumplir en esta vida, tenía todo. Yo soy una mezcla de conocimiento diverso y en la comunicación lo encontraba, pero me parece que no quería decir que era lo que realmente anhelaba, porque es difícil ingresar en ese mundo, Letras es igual de complicado, pero había pasantías y cosas que en Comunicación estaban ausentes. El día de la inscripción decidí borrar toda la planilla escrita por la opción de la carrera de Letras y puse la de Comunicación. Un segundo cambió mi vida, no sé si sería lo mismo si hubiera estudiado Letras, tal vez ya hubiese terminado la carrera y tenido un empleo estable, pero estaría amargada porque algo me faltaba y que en la Comunicación encontraba.

A veces me levanto y me digo: ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy estudiando? ¿A dónde voy? Pero siempre apuesto a mi carrera: a la que es mi elección en esta vida, a la que nunca podría abandonar. Cada vez estoy más cerca del título: lo deseo pero también me asusta, voy a extrañar no estudiar, no dormir por resumir, esa cosquilla en el estómago cada vez que empiezo una cursada, el charlar con compañeros, conocer docentes, el pisar el edificio de la ex Terrabusi. Esta carrera y las personas que conocí me alentaron a muchas cosas, capaz nunca hubiera salido a una plaza a buscar entrevistados para que me contaran sobre un tema, jamás me hubiera filmado haciendo entrevistas, ni grabado voces, ni estado en radio, ni participado en un programa de televisión. Hoy sé lo que quiero, porque lo conseguí. No quiero tener hijos, ni pareja, quiero estar viajando por el mundo conociendo gente, entrevistando, escribiendo y cantando porque la comunicación me permite hacer todo, me permite dividirme, me permite expresarme, en definitiva me permite ser.

 

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«La Música es mi Vida»

Por Nadia Sotelo

¿Qué sería de mí sin la música? Es una buena pregunta. Todos los sentimientos que vivo y todas mis emociones se relacionan con ella. Decir que es una obsesión es una noción corta, porque traspasa mi ser, me lleva a horizontes lejanos y me hace elegir quedarme todos los días a vivir esta vida. A veces me siento muy triste, muy sola, con problemas existenciales, con nudos mentales, con miedos que me impiden avanzar, pero ella no me abandona. Me acompaña a dónde voy, me da la alegría para continuar.

Desde chiquita supe lo que quería ser. Sabía que era imposible, quise taparlo haciendo otras cosas, pero cuando tu corazón te dicta la verdad no hay nada que se pueda hacer. Mi sueño siempre ha sido la música; no me importa sino llego a ser cantante, por lo menos necesito estar rodeada de gente que lo sea, de canciones, de letras, de músicas, de experiencias con sonidos. No logro desconectarme de la música, cada vez que salgo a la calle siento la necesidad de llevar un MP3, mi gran amigo desde hace casi una década. Fue mi regalo de los 15 años y hoy con 24 lo disfruto con todo. Estar sin música me cuesta, de hecho no puedo, cada vez que voy a la facultad y tengo que cursar y escuchar al docente a cargo, sacarme los auriculares ¡me mata! Pero sé, que también debo tener un descanso de mí enamoramiento, porque a veces hay que desconectar y conocer otras cosas de la vida.

Y aunque sé que tendría que pensar en tener un futuro financiero, de mantenerme estable para vivir y de conseguir un empleo que me genere dinero. No puedo dejar de sentir mi verdadero amor, lo que quiero hacer en esta vida, que es la música.

Mi infancia, adolescencia y adultez se forma de ella: canciones infantiles, creaciones con sonidos, discos y videos me rodean. Muchos dicen que soy ilusa y que no voy a lograr nada porque soy gorda, fea, petisa. La verdad las descalificaciones, ya no me interesan. En un momento, vivía sufriendo por lo que otros me decían, hoy ya no; porque considero que cada uno tiene su personalidad y tiene que hacer lo que quiera sin que a otro le tenga que importar.

Cada vez que canto me siento libre, como si no tuviera que esconderme de nada, como si estuviera volando, cada vez que escucho a un cantante me emociono porque sé que cantar es apasionante, que uno se mete dentro de esa escritura cantada, de esa vivencia hecha canción. Escribir es algo tan lindo, tan gratificante es saber que alguien se pone contento con lo que decís, que podes ayudar a tantos con tan solo un minuto de tu vida y unas palabras. Personalmente soy muy tímida, pero hay dos lugares en donde no lo demuestro y es con la música y la escritura; porque me da esa libertad que todos quieren encontrar, ese sentimiento de alegría, de amor y satisfacción.

No podría considerar a mis dos amores como hobby, porque de eso se nutre mi vida. No son un pasatiempo, son mi vida misma. La que elijo de esta forma, la manera en la que quiero vivir. Hay tanto para sufrir, que tener un minuto de alegría y saber que conseguiste tu fórmula para ser feliz es algo maravilloso, inexplicable. Mi mundo es el de las músicas, el de las emociones, el de los sentimientos, el de los deseos, el de los sueños. Me pregunto porque no logro que me guste otra cosa, algo más común, algo más seguro y no encuentro la respuesta porque sé que si no cumplo con mis sueños voy a vivir amargada y voy a morir de pena. Intenté dejar mis deseos en el pasado, pero no puedo porque soy muy infeliz. Para mí: vivir es música, sino es muerte. Esos sonidos que ingresan a mis oídos, que me endulzan la vida, que me hacen ser, son mi guía hacia el paraíso. Es mi religión, yo no creo ni confío en nada, solo hay un lugar en donde encuentro mi verdad y es en las canciones, en los sonidos, en la lectura, en la escritura.

Es mi obsesión, mi enamoramiento. Cada vez que mi voz emite una canción es pureza, no importa si no le gusta a nadie mi tono de voz. Porque sé que es el único lugar en el que soy, en donde no hay crítica que valga, ni que me importe. Allí soy egoísta, pienso en mí, está presente toda mi vitalidad. Yo me acepto sin ningún complejo solo con música. Si no existiera, la vida no sería lo mismo o me tendría que buscar otra manera de ser feliz, por suerte la encontré y de muy pequeña. No discrimino ningún género musical, hay algunos que me gustan más que otros, pero la música es vivencia, es destino, es presencia. No la cambio por nada, es fiel y sincera de por vida. Porque cuando canto lo hago desde el corazón. Capaz no logre vivir financieramente de ella, pero nunca voy a dejar de escucharla, de sentirla, de amarla. Siempre habrá un espacio en donde esté conmigo, dónde me acompañe, aunque trabaje de otra cosa: su presencia me dará la fuerza para vivir, para amanecer con una sonrisa cada mañana. Me levanto todos los días agradeciendo que voy a poder estar con ella, que me va a cuidar, que no estoy sola. Porque como dice Almafuerte: sé vos ¿Porque falsearse y mentirse? Si mi destino está en las canciones, no me voy a mentir ni a engañar. Voy a luchar por ser. De venir del jardín y ponerme mi cassette infantil, de ir a la primaria y concursar en un baile: practicarlo y hacerlo súper bien, a estar en sexto y cantar parada en las sillas a Belinda en el recreo. Empezar la secundaria con música rock, comprarme mochilas de bandas, ponerme pines, a hoy dónde curso en la facultad, viajando en subte y colectivo siempre con mi compañero, mi MP3. No hay pileta y mar en dónde no cante. En realidad toda mi vida es música.

Por eso no me importa si no tengo plata para pagar clases de canto, si no concursé en ningún programa de talentos televisivo, si nadie confía ni cree en mi talento, si nadie me escucha. Yo voy a seguir cantando, haciendo realidad mí anhelo, mi sueño, mi sentimiento y mi deseo, porque la música es mi gran obsesión. Es mi vida.