GUSTAVO REMESAR: “EL GANADOR OLVIDADO”.

Por Nadia Sotelo

De Longchamps a Longchamps, así de simple es su vida.

El ganador del concurso de talento musical federal, que nació y vivió toda su vida en esa zona, es el menor de tres hermanos y siempre se sintió mimado por estos.

Su madre ama de casa y cantante no profesional cordobesa, que alguna vez cantó en una radio y le inculcó el amor hacia la música, en cambio su padre siempre se ocupó de los negocios y no tenía ninguna relación con el ámbito artístico. Los hermanos Remesar se criaron juntos, pero existía una diferencia notoria en las edades lo que hizo a Gustavo diferente.

Según Gustavo, sus hermanos lo malcriaban y lo consentían. Con su hermano mayor se llevaba 12 años, quien falleció. Le quise preguntar por qué había muerto, pero me respondió que era un tema delicado y del cual no quería hablar. Con su hermana se lleva 9 años.

No puede soportar mucho tiempo sin estar en su barrio ¿Capital Federal? Ni loco me respondió. Yo soy del conurbano, para mi es sencillo estar en mi tranquilidad. Porque Buenos Aires es una locura, un caos. Pero es la victoria de cualquier cantante.

En el concurso se lo conocía como el carnicero del pueblo, cuando en realidad nunca lo fue. Resulta que brindó un show a la esposa de un hombre que trabajaba en un frigorífico y esta le ofreció un empleo como repartidor de carne y él aceptó. El trabajo de músico es muy complicado y no se puede vivir sólo de eso, por eso tenemos que hacer actividades paralelas. No soy Lerner ni Patricia Sosa, aunque me fascinaría tener el poder de vivir de lo que me gusta sin tener que generar ningún otro esfuerzo que no sea la música.

¿Por qué nunca se aclaró en el concurso que no eras carnicero? Lo que pasó, fue que en el casting tenía que poner cual era mi profesión y en ese momento no tenía una actividad extra, solamente hacía shows y puse carnicero, porque me desempeñaba en el rubro de la carne, aunque nunca ejercí el rol de carnicero.

Sin embargo, el show causó popularidad por la pareja de carniceros en el que Walter Sosa, conocido también como «carnicero» brindaba shows con vos. ¿Él tampoco es carnicero? El caso de Walter es diferente, él si fue carnicero y nos hicimos amigos, porque yo le entregaba la carne para que él la vendiera en su local. Ambos somos músicos y ya no nos dedicamos al rubro de la carne.

Me acuerdo de que nos invitaron al programa de Maru Botana y Sergio Lapegue y me pidieron que cortara en vivo una res, para que Maru la cocinara; yo me negué de buen modo, porque si no se sabría que nunca fui carnicero.

¿Los suelen contratar juntos para algún show? La verdad es que no, el reality terminó y la gente se olvida de los que alguna vez ganamos un concurso por televisión.

Gustavo tenía un destino en esta vida y era la música. Tal es así, que a los 4 años ya sabía tocar la guitarra y a los 11 participó en su primer concurso de canto. La familia no estaba de acuerdo, pero tanto insistió, que el mimado lo consiguió. Nunca se sintió un niño normal, si bien iba al colegio, por otro lado se perfeccionaba y cantaba en los lugares que podía conseguir a su corta edad. Sus padres nunca lo presionaron, pero le dijeron que si su destino era cantar, debía tomárselo con seriedad. El concurso en el que incursionó se llamaba “Rumbo a la fama”, cuyo conductor era el gran Leonardo Simons. Llegando a las etapas finales del concurso, el pequeño Gustavo logra grabar su primer disco bajo la discográfica Polygram, que hoy día es Universal Music. Se trató de un cancionero melódico infantil que competía con discos como los de Margarito Tereré o María Elena Walsh.

La posibilidad de tener su primer disco, lo sacó del concurso; ya que estaba prohibido tener un contrato con una discográfica y a la vez participar de un certamen musical. Se ve que nunca aprendió su lección; ya que al ganar el “Soñando por cantar”, decidió renunciar a su premio que consistía en hacer 20 shows en el interior del país, por tomar trabajos con los que había acordado participar. De modo, que solo cumplió con 5 shows que se habían publicitado en distintos programas de la productora de Marcelo Tinelli y Cristóbal López, llamada Ideas Del Sur.

El falso carnicero, se enteró del concurso de canto “Soñando Por Cantar” a través de la televisión. Le pareció una idea muy interesante; ya que permitía la participación de mayores de 35 años. Él contaba con 42 en ese momento, había preparado dos canciones una era “O sole mío” que lo convirtió en el carnicero lírico y la otra era “Granada”. Haciendo el casting, un participante que se encontraba delante de él le dijo que se había equivocado de certamen y que tenía que ir a “Cuestión de Peso”. Él lo analizó y se iba a ir a su casa, pero se dijo “no”, este es el momento que esperé toda mi vida y lo voy hacer realidad. La suerte no fue tan buena para el chico que le dijo que se fuera al otro reality; ya que no logró pasar ni la primera etapa.

Cuando por fin logró pasar las etapas y quedó para el vivo, no lo podía creer; ya que no se acercaba a la televisión desde aquella vez, en la que había quedado descalificado por firmar contrato con una discográfica. Se encontraba con prejuicios debido a su obesidad y a su edad, pero eso no lo detuvo para encarar una de las tareas más difíciles pero a la vez más hermosas que tiene este artista, la de cantarle al público. Cuando empezó a cantar fue un torbellino, los jurados del certamen se enloquecieron y Mariano Iúdica, quien fuera el conductor con su famosa frase “dale” le pidió que tocara un pedacito de otro tema y Gustavo cantó “Only you”, demostrando el potencial que tenía como cantante en distintos ritmos y en diferentes idiomas. Era un políglota de la canción.

Lo llamativo de esa emisión, fue que por única vez en todo el concurso hubo un solo ganador en la gala y ese fue Gustavo, a la vez que era el primer programa en el teatro “Niní Marshall” ubicado en la localidad del Tigre.  Ese día antes de subirse al escenario, Remesar sabría qué cambiaría su vida. “Soy creyente y al terminar mi turno prendí mi celular y tenía 25 mil mensajes”, evidentemente su vida había cambiado, tal vez por un corto tiempo, pero mientras tanto tenía fama, aquella que se alcanza en un reality y que luego se esfuma. Ahora era una cantante, en realidad siempre lo había sido, sólo que ahora gozaba de fama. Es decir era un cantante pseudo famoso.

Casado con Laura, su mujer de toda la vida y siendo padre de 7 hijos, entre los cuales seis son mujeres, acercó al público la cotidianeidad de la vida, que también puede reflejarse en un concurso de canto. A los 15 años dejó la escuela, hoy se arrepiente; porque dijo que no fue por cuestión de que tenía que optar por cantar o estudiar, sino que le agarró la etapa de rebeldía. Estuvo ocho años sin cantar, no me quiso decir cuál fue la razón, pero en ese momento se volvió creyente y tuvo a su primera hija. Tal vez el dinero no le alcanzaba, quizás se había cansado de la inestabilidad laboral que presentaba su carrera, pero esa son conjeturas que saco yo, la verdad que no tengo certezas sobre ese acontecimiento.

El certamen siempre se caracterizó por tener un futuro incierto, en un principio iban a ser cinco especiales, después tuvo un período de seis meses y se cortó; todo esto ocurrió en el 2012. En el 2013, por fin hubo una segunda temporada que consistía en elegir a un ganador entre los finalistas escogidos de cada gala. Gustavo Remesar tuvo mucho trabajo en el receso de la primera temporada, pero había algo que lo desestabilizaba emocionalmente: su padre estaba muy enfermo.

El hombre que le había dado la vida, estaba perdiendo la suya. Fue una enfermedad muy larga y sufrí muchísimo, de hecho mi padre murió dos semanas antes de que me proclamaran ganador, me dijo.

Le interrogué para que me contara de qué modo hizo el “Show must go on” y me respondió que en la vida hay que disfrutar y saber separar, no podía permitir afligirme. Sin embargo me contó que esta situación no le permitió disfrutar del certamen; porque si bien estaba ganando afecto y amor del público, estaba perdiendo a una de las personas más importantes de su vida.

En ese momento empezó a llorar y yo no lo quería ver sufrir, entonces decidí pasar a otra pregunta, que seguro le despertaría felicidad.

¿Pensabas que ibas a ganar?

La vedad que no, Nadia Bianchetti tenía una voz espectacular para ganar, pero para mí le jugó mal la elección del repertorio, casi todo en inglés. En cambio, yo cantaba canciones del pueblo, aunque logré que mucha gente se acercara a la lírica con mi voz. Se ve que Gustavo no sabe que la música lírica empezó siendo popular, se cantaba en las plazas y luego adquirió el mote de “alta”, de modo que para mí no acercó culturas mediante su voz.

Gracias al concurso Gustavo adquirió popularidad y hoy día puede vivir de la música haciendo shows, como el que brindó en la Rural este fin de semana en una inauguración de insumos industriales de petróleo, pero no consiguió dejar su segundo trabajo que es el de compra y venta de vehículos.

¿Te gustaría que hubiera un nuevo “Soñando”?

La verdad es que no, quiero ser recordado como el ganador del único concurso de gente común en la Argentina.

¿Volverías a algún concurso?

No, porque no creo que me respeten como artista, aunque por el amor que tengo a Mariano Iúdica fui convocado junto con mi hija menor, la cual tiene 10 años, para cantar en Laten Corazones y creo que voy a aceptar.

¿Grabaste un disco?

Sí, me lo produjo Oscar Mediavilla. Lo que pasa con este tipo de programas, es que muy poca gente se acuerda de vos, por eso me preguntas si edité un disco, ya no te convocan en programas y sos inexistente. Pero la culpa lo tienen los productores que hacen los programas, porque no realizan toda la publicidad necesaria para lanzar a un artista, por eso no volvería; ya que al artista no se lo respeta.

Al último programa que asistió, fue a “Viva la tarde” emitido en C5N desde un móvil en Mar Del Plata, que estaba en sintonía con Carlos Paz en donde estaba Patricia “coki” Ramírez, conocida por cantar en showmatch en versión lenta la canción “Beso a beso” del ídolo del cuarteto cordobés “La mona jimenez”. En ese momento Remesar estaba haciendo temporada en La feliz, que desde el año 2000 es sede de su trabajo en vacaciones, canta en un restorán cerca del puerto.

Lo que lo puso feliz de esta última nota, fue que cayó un rayo atrás de él cuando estaba en el móvil. A cualquiera le hubiera asustado esta situación, pero él estaba feliz porque ese rayo recorrió el mundo, saliendo hasta en diarios ingleses con el título de “ganador de concurso de canto en Argentina se salva de milagro en medio de una nota”.

Aquel niño que luchó por entrar en la música, vive de esta. Pero la fama que generan los realitys es efímera, dura muy poco. Cualquiera tiene 30 segundos de fama, puede llegar, pero mantenerse en muy complicado.

Argentina es un país que no brinda muchos espacios gratuitos para estudiar canto, los concursos son una de las únicas formas de disfrutar un tiempo de reconocimiento y hacer música. Si se le diera un espacio a la cultura, tal vez Gustavo sería hoy Mick Jagger, pero lo único que consiguió es ser el ganador de un concurso olvidado.

Sin embargo, él acepta parte de su culpa, de no tocar más puertas para conseguir mejores espacios. Por eso este año decidió operarse mediante un balón gástrico para adelgazar; porque como él lo dijo: la imagen lo es todo y más si tenés 45 años como tengo yo.

¿Podrá conseguir un lugar importante en la música o seguirá probando y ganando certámenes sin ser reconocido y por lo tanto, siendo olvidado? Tiene una voz hermosa, ojalá logre imponerse al sistema y conseguir un puesto en los oídos de la gente, aunque si los concursos siguen así, seguirán reproduciendo personas talentosas que consiguen su momento de gloria, pero que después regresan al anonimato.

 

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«CRÓNICA DE UN RECITAL»

Por Nadia Sotelo

Son las cinco de la tarde del día viernes 29 de Mayo de 2015 y me dirijo a la Plaza de Parque Patricios con motivo de celebrarse el primer Festival de Ciudad Verde. Al ingresar, me topo con puestos que indican e informan sobre las charlas que tendrán lugar durante todo el fin de semana. Por desgracia llegué tarde y no pude escuchar las charlas informativas, pero agarré cualquier tipo de folleto que se hallara en el lugar y me dispuse a leerlos y a caminar.

El verde de los árboles y el sentimiento de tranquilidad hicieron que recorriera gran parte del parque sin cansarme y, al ver que no tenía mucho por que mirar, me decido a volver a mi casa. Sin embargo, había comenzado una clase gratuita de yoga, que era la última actividad del día y me puse a ver qué hacía la gente.

En ese momento había un profesor de dicha disciplina que alentaba al público a participar de la clase y aunque la gran mayoría de las personas convertidas en alumnos lograba adecuarse a las técnicas de este movimiento, otros preferían alejarse al ver que no les salía nada. Al terminar la clase, que no duró más de media hora, los docentes que la ejercían sólo publicitaban el lugar en dónde brindaban las clases y amagaban con darle un premio al que mejor se desempeñara en la actividad, cosa que nunca hicieron.

Si bien informaban que la práctica del yoga se podía hacer al aire libre y sin necesidad de gastar dinero, se podía observar que el único motivo que los había convocado al lugar era el de lograr conseguir gente para llenar sus escuelas. Al salir de la parte fraccionada en donde se llevó a cabo la clase, se veía una fila inmensa cubierta de familias que querían aprender a usar la bicicleta, pero el objetivo era casi imposible debido a que había una sola bicicleta para muchos y, como suele ocurrir en cualquier actividad gratuita, si no se desea esperar se recurre a retirarse y eso fue lo que muchos hicieron, incluso criticando que solo hubiera una bicicleta para una cantidad considerable de gente.

Por otro lado, me metí en un circuito en el que estaban presentes figuras de personas realizadas con productos reciclados.  Allí los niños corrían felices y se sacaban fotos, como si fuera La República de los Niños en donde está presente Manuelita. Esta especie de museo de reciclado se encontraba cerca de la plaza de juegos, por lo que los padres podían dejar solos a los chicos, mientras disfrutaban de un momento de tranquilidad mediante su observación de piezas recicladas.

Siendo casi las seis de la tarde, el día no ha terminado. Las charlas ya concluyeron, así como las actividades. Pero quedaba una de las que muchos querían ser partícipes, el recital que abría este tipo de festival y para ello la banda elegida era Los Pericos. Cerca de las seis menos cuarto, se puede ver a personas que se reúnen en una parte específica de la plaza, aquella que se encuentra en frente de un escenario. Hay una parte izquierda y derecha que se separan por un centro que sirve de fila, en el que se supone pasará el cantante de la banda en alguna canción.

En los momentos previos al show, me encuentro con dos chicas de 18 años que están cursando su último año de secundaria.  Llevan puestas remeras de bandas de rock y se puede ver a simple vista que poseen muchos tatuajes. Sentadas en el piso, con mate en mano me acerco a ellas y les pregunto si es la primera vez que asistían a un recital. Yo intuía que no, pero quería asegurarme, debido a que las apariencias engañan. Me contestaron que asistían a recitales desde los 15 años y que lo vivían como una filosofía de vida, ya que la música las guiaba a otros horizontes.

Había un hombre que se encontraba exaltado y que trataba mal a todo el mundo. Nada le agradaba y lo único que repetía incansablemente era que su vida era el rock y la marihuana. De hecho casi se pelea con una persona de seguridad porque no lo dejaba estar más cerca del escenario. Lo cual era absurdo, ya que estaba posicionado en la primera fila y no podía avanzar más.

Un señor que aparentaba tener unos 70 años y que usaba unos anteojos muy pronunciados me sorprendió, estaba impaciente por el comienzo del show y decía que no se perdía ninguno y que al ser jubilado en vez de juntarse con viejos y hacer cosas que le resultaban aburridas, él quería vivir la vida, sentir la juventud y decía que el mejor momento en que expresaba estos sentimientos era a través de la música.

Alguien que me asombró fue un chico de mi edad que trabaja de zapatero y que había llegado solo. Mi sorpresa se debió a que casi todas las personas venían acompañadas, pero en ese momento nos encontrábamos en igualdad de condiciones. Me comentó que era un fiel seguidor de las bandas de rock, pero que el reggae era su debilidad. También me informó que no se perdía ningún show gratuito y disfrutaba de espectáculos al aire libre porque puede fumar sin que lo molesten.

En el escenario se produce la prueba de sonido y todas las personas que se encuentran presentes como espectadoras se introducen en un laberinto de encuentro. A las seis y cinco minutos comienza el show. En ese momento, mientras hay padres que se encuentran atentos al show, sus niños empiezan a correr en un micro espacio y a jugar con elementos que trajeron desde sus casas, como por ejemplo mochilas y muñecos.

Al instante se visualizan banderas que llevan algunas personas encima, que dan cuenta de su fanatismo por la banda y también se encuentra presente la marihuana que está por todos lados. El humo de esa droga es tan potente que invade el aroma de los árboles que conforman el parque. A la vez que se derrama agua por el piso de una botella. Lo que pasa es que tal es el fanatismo de la gente que no les importa si se les cae algo. Siguen como si nada ocurriera.

Casi todos se encuentran fumando y cantando. Los nenes saltan; así como lo hace una madre con un niño de dos años en brazos. Celulares en manos, cámaras encendidas preparadas para filmar. Se produce el encuentro de dos mundos y edades diferentes. Por un lado un adolescente de unos quince años y un señor pelado que aparentaba tener unos cuarenta, se abrazan y cantan juntos; dándose una unión que sólo la música puede conseguir. Después de cuatro canciones el más joven se va.

En mitad del show la gente empieza a corear el nombre de Juanchi, el cantante de la banda. A la vez que se escucha “aguante Huracán”, que es el club de fútbol que representa al barrio.

Desde el lado izquierdo de la fila se puede observar la tranquilidad, niños muy pequeños durmiendo en brazos de sus madres o tosiendo, cansados y aburridos del show, y por el lado derecho una avalancha de jóvenes de edad púber que saltan, gritan y comienzan a hacer pogo, aunque la música no lo amerita. En un momento en el escenario, la guitarra del cantante no funciona, pero inmediatamente recibe asistencia de los técnicos que le alcanzan otra.

Son las siete y media de la tarde y se anuncia la despedida del show. Las personas no contentas con esta decisión, insisten en que se cante una canción más y eso se cumple dando por terminado el show.