Por Nadia Sotelo
Ayer viví algo que nunca me imaginé, me invitaron a ver un show de Stand up en Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660, CABA) y asistí. Amante de los espectáculos, siempre que tengo oportunidad de ver alguno voy de una, nunca digo que no; es más fuerte que yo. Ser espectadora es un sentimiento tan pleno, tan lindo, ver arte es deslumbrante para mis ojos y para mi corazón, siendo artista frustrada y no pudiendo estar arriba de un escenario, me contento con ver a personas que sí triunfan, que por suerte su esfuerzo dio sus frutos y dio como resultado: estar frente a un auditorio, demostrando lo que saben hacer. No creo que esta vida me permita cumplir mi gran sueño, que es ser cantante, pero observar a gente que si lo hace, me alegra el alma.
Mi asombro del show se debió a mis prejuicios y a mi desconocimiento en el género, yo pensaba que en este tipo de espectáculos se hablaba solamente de los miembros, de quién la tenía más grande y cosas por el estilo, en el que dejaban a las mujeres en un lugar horrible hablando solo de sexualidad, pero evidentemente me equivoqué y aprendí una lección, primero hay que ver las cosas, para luego criticarlas, como diría un viejo dicho “ver para creer” y así fue. Se podría decir que fui asustada, no sabría con qué me encontraría, si la pasaría mal, porque en base a los preconceptos con los que venía, supuse que el tema solo sería uno: sexo, pero por suerte no fue así; y me fascinó.
Al ingresar a la sala supuse que todo iba a ser maravilloso, porque se llamaba Ringo Starr, haciendo alusión a un genio de la música y al cual admiro profundamente. Las mesas estaban bastante ocupadas y en un principio me senté en el fondo, sin embargo miré que adelante había asientos vacíos y me cambié allá; la verdad que tenía ganas de ver a los comediantes y no solo escucharlos, así que estar adelante me permitió eso. Me saqué la campera y puse mi celular y mi documento en la mesa que tenía, giré mi cabeza hacia atrás y el lugar se había llenado, estaba repleto o se podría decir que explotaba. Música fuerte de fondo que sonaba y de repente apagón, allí se daba comienzo al show. Sale un comediante llamado Matías Acuña con una polenta, un chico que domina el escenario de una manera increíble, desde un comienzo se observa que es el moderador y presentador de los actores que vendrán después. Más allá de que sabemos que realiza un monólogo, es apasionante el nivel de improvisación que propone, con los que estaba adelante interactuaba constantemente y proponía mucha risa y diversión. Encima es una persona joven con un futuro tan prometedor, nació para esto, no hay dudas. Luego de la excelente presentación del moderador, rompió el hielo Sergio Ferez, alguien que se califica a sí mismo como cuarentón y pelado, los ejes de su diálogo son la calvicie, las mujeres y los shopping, muy chistoso de verdad, luego le tocó el turno a Lucas Bardon, un chico de 23 años muy fachero por cierto, que comenta su adoración hacia la banda de “Los Piojos”, dice que todavía vive con sus padres y allí comienza su relato, tiene un público bastante atento a él, que corea y grita su nombre, la verdad que dice cosas muy graciosas. Después llegó el turno de Julián López, él fue quién me invitó; si bien le tengo un aprecio y cariño muy grande, quería saber si podía, si en este territorio se movía tan bien, como lo hace con el periodismo y la verdad que puedo decir que lo hizo muy bien. En el momento que estuvo en el escenario me olvidé que era mi amigo, para mí era un comediante más, sus monólogos fueron muy buenos y logré conocer otra faceta, entre las múltiples que desempeña esa persona y para terminar sale al escenario con todo, un chico tatuado llamado Pablo Suzal que me mató de la risa, sus chistes sobre Ciudadela fueron estupendos.
Un show que vale la pena ir a ver, el público reía. Qué mayor felicidad en el mundo que lograr eso!!! Además se podía comer, mientras se disfrutaba de un gran espectáculo que es realmente barato y donde las sonrisas y los gritos de risas están asegurados. Les auguro un futuro impresionante a estos comediantes. Pararse y hablar hacia otro, contando sus historias, mostrando realmente el alma es algo impactante, que no cualquiera lo puede hacer. Se necesitan agallas, caradurismo, libertad y deseo de contarnos algo. Acá no hay escudo como en las canciones o danzas que se realizan sintiendo la música, aquí es el desnudamiento de las vivencias en estilo cómico; toda una habilidad. Yo creo que si los chicos siguen así, pueden convertirse en los cómicos del futuro.