Por Nadia Sotelo
El mes de Julio de este año terminó y esto me retrotrae a tres años atrás, en dónde el aire que se respiraba era de alegría y unidad. El 13 de Julio de 2014 la selección argentina de fútbol, jugó la final del mundial y aunque terminó en segundo lugar, fue tan bello ese proceso, que lo recuerdo con mucho amor.
Los deportes, no son algo que ame, pero las olimpíadas y los mundiales me hacen sentir diferente. En esas ocasiones, soy la admiradora de deportes número 1, la que sabe todo y la que espera poder gritar con ansias cada victoria conseguida. Si bien es solo un juego, los jugadores hacen más que jugar, se juegan la alegría de un pueblo que los aclama, que los admira y que daría todo por darle fuerzas a sus ídolos. El año 2014 fue un año muy especial para mí, nunca me imaginé que tendría la suerte de ver la final de un mundial de fútbol y lo conseguí. Qué fortuna el estar viva para experimentar esas vivencias que se dan observando espectáculos, si bien no estuve presente en Brasil; la televisión hizo que llegara allí. Tampoco imaginaría que tres años después conocería ese lindo país, esas son las sorpresas que nos da la vida, que nunca pensamos conseguir y que sin embargo se dan.
Para mí los mundiales son una forma de conocimiento hermosa, me acuerdo los mundiales de 2006 y 2010, cuando asistía a la secundaria y me hacían recortar banderitas, conocer a los jugadores, mirar los partidos para establecer un tipo de debate. Me acuerdo el de 2006 que nos dejaron salir antes para verlo en nuestras casas, yo solo quería llegar. Mi mamá odia el fútbol y solo nos permite mirarlo en la cocina en los mundiales, pero como cada uno posee un televisor en su cuarto puede verlo cuando quiera. Los gorros y las camisetas de la selección, me dan tanta alegría. Escuchar en las casas vecinas el sonido de la vuvuzela, los gritos, la alegría por cada gol metido es un sentimiento impagable que ocurre en los individuos; ese fanatismo bueno que solo puede provocar una cosa: felicidad. Recuerdo ese 2014 en el que por suerte la facultad no me impidió ver ningún partido, pude ver todos y un día que pensé que no llegaba, empecé a correr hasta alcanzar el colectivo; en las calles la gente gritando Argentina, vistiendo camisetas, bailando en las veredas, me hacía acordar al Bicentenario del año 2010 en donde todo era fiesta!!!
Hoy día vivimos con una angustia, un deterioro anímico notorio, falta de trabajo, dinero escaso, tratando de sobrevivir. Gobierno tras gobierno, cada día es peor, no hay avances sino retrocesos, estancamientos. Hay recesión en la sociedad, no solo en lo monetario. Sé que no hay muchas cosas que nos den fuerza y dar marcha para adelante, pero esa fe que tenemos en un mundial tiene que producir contagio en otras zonas de lo cotidiano, que usemos las banderas siempre, que usemos camisetas de nuestro país todos los días, escarapelas no solo en días patrios, porque nosotros somos la patria y nadie nos regala nada. Ver el mundial de 2014 me produjo ese deseo de plenitud que me gustaría que todo el mundo desarrollara, más allá de las condiciones horrorosas en las que nos ha tocado vivir, ser felices para continuar; si hubiéramos ganado, me hubiera sentido contenta no solo por mí, sino por mi hermoso país, que se merece una alegría como todo individuo en esta vida necesita. Este último mundial fue un viaje de ida para mí, no creía que íbamos a llegar a tanto y en el durante era una tensión permanente ¿meterán goles? ¿Terminaremos descalificados? Las canciones de los mundiales son geniales, una mejor que la otra, las canto todo el tiempo y me recuerdan esos gratos momentos. Me di cuenta que no puedo ver mundiales en compañía de nadie, necesito mi momento de conexión con el fútbol, gritar hasta quedarme sin aliento por los goles. Estar en mi cuarto tranquila, comienzo a investigar la vida de todos los jugadores que participan no solo los de mi país, cuando Sergio Romero atacó dos penales y Maxi Rodríguez dio el paso para la final, fue algo tan bello, tan sanador; me recuerdo llorando pero de felicidad y en la final, dieron lo máximo, un descuido hizo que Alemania metiera gol, pero para mí era como si hubiéramos ganado. Como anteriormente había sido el pulpo Paul, esta vez una tortuga era la que supuestamente adivinaba quién ganaba y yo la seguía; reconozco que es una tontería, pero son esas cosas de los mundiales, sacan algo de mí que no conozco.
Ojalá tenga la oportunidad de ver otra final y sería soñada si fuera en directo, pero todavía no me da el presupuesto para viajar. Sin embargo, observar esa alegría de la gente fue algo tan bello, porque aunque no ganamos, el pueblo se unió en un sueño: conseguir la copa del deporte más difundido en el mundo.