Por Nadia Sotelo
El domingo 15 de Julio de 2018 me preparaba para vivir la final del campeonato mundial de fútbol. Los domingos me levanto bastante tarde, pero ese día tan importante me puse el despertador a las 11 am con motivo de levantarme para comer y luego mirar en tranquilidad el esperado partido, que comenzaba a las 12 en Argentina.
Hace cuatro años la final disputada era Argentina- Alemania, cuya vencedora fue la segunda nombrada. Sin embargo, esta vez la cosa fue diferente para estos países, ya que Argentina perdió en octavos y Alemania, la gran ganadora, tuvo una participación muy breve y perdió en la fase de grupos. Este año, la cosa se estaba en Europa, por un lado Francia y por el otro Croacia; ambos hicieron un gran mundial y se merecían llegar a esa instancia. Esta vez, se me dificultó mucho seguir los partidos, porque no disponía del tiempo necesario, pero cada partido visto era una celebración, lo vivía con absoluta pasión y adrenalina.
Para mí, los mundiales son muy importantes. Amante de la televisión y de los eventos a nivel nacional e internacional, considero al mundial como una pieza central en la historia de la cultura, además el fútbol es un deporte amado por miles de personas. A veces el reconocimiento de un país se debe al nombre de determinado futbolista, en nuestro caso somos conocidos por Diego Armando Maradona o Lionel Andrés Messi Cuccittini (Leo Messi) y esto es real. La gran parte del mundo los conoce y los identifica como argentinos. Por eso, los mundiales construyen un universo en sí mismo, cada pueblo, cada país aclamando a su bandera, reconociéndola y esperando al ritmo de cohetes y sobresaltos, gritar esa bella frase llamada “gol”. Los relatores deportivos son figuras importantes para el desarrollo del mismo, trasmiten con mucha fuerza y energía, cada jugada hecha en el partido. No solo hablan, también gritan, dan aliento al público en su casa y pueden hasta insultar, producto de la felicidad que les produce el juego.
Ese domingo, exactamente hace nueve días, encendía el televisor y me ponía los anteojos, apagaba el celular para evitar cualquier tipo de distracción y me dejaba llevar por la imagen. La secuencia era clara, once jugadores de un lado de la cancha y otros once en el otro lado. Sin embargo, algo había quedado de Argentina y se hacía presente, el árbitro era argentino. Néstor Pitana, fue el encargado de llevar adelante el transcurso del juego, en un momento Francia reclama penal, él no seguro de la jugada realizada decide pedir ayuda al VAR (video arbitraje) y allí se da cuenta que el reclamo de Francia era el correcto y se aplica el penal y se concreta el gol. En la primera parte, todo indicaba que el ganador sería Croacia, ya que jugaba mejor, pero Francia era impecable, ante cada descuido de Croacia, realizaba un gol y ganó en su justa ley. Para un partido final, el número era increíble, 4-2, no se necesitó de tiempo extra, ni fue necesario ir a penales.
Un mundial con todas las letras, muchos goles, buenas jugadas. Francia, el único y gran campeón, indiscutible, todo hizo bien y después de 20 años se le volvió a dar; ya no ganaba en su propio país como lo había hecho hace dos décadas atrás, pero lograba consagrarse en Rusia. En el mundial que se disputó en Alemania en el año 2006 estuvo a un paso de concretar este sueño, pero Italia logró vencerlo en la fase de penales, debido a que los 90 minutos habían igualado un 1- 1 y en el alargue, no pudo evidenciarse otro gol.
Si bien, la final del mundial de Rusia, ya se jugó hace varios días, la sigo recordando porque fue mágica y tendremos que esperar cuatro años más para tener la posibilidad de visualizar otra competencia así, el lugar escogido para 2022 es Qatar, pero la fecha no será junio, ni julio, sino noviembre- diciembre. Aunque no pude cumplir ese sueño que me había propuesto en 2014 de viajar a Rusia, la televisión HD me permitió ser partícipe de todo y me sentí como si estuviera allí.